Los orígenes curiosos de una especialidad que ganó espacio en el deporte, con un juego más continuo y espectacular; el imán de Gómez Cora, dentro y fuera de la cancha, a través de la historia
Hacia fines del siglo XIX, el Melrose Rugby Football Club de Escocia atravesaba algunas dificultades financieras. Para recaudar fondos, Ned Haig, el capitán del primer equipo, organizó una jornada deportiva. Como una jornada era insuficiente para el desarrollo de un certamen de rugby, se le ocurrió reducir la cantidad de jugadores a siete por equipos y la extensión de los partidos a 15 minutos, de manera de poder comprimir el certamen en un solo día de acción. Haig era aprendiz de carnicero, y para la realización del evento contó con la ayuda de Davie Sanderson, su maestro en carnicería y compañero de equipo. El torneo resultó un éxito y se siguió jugando anualmente en la misma fecha hasta el día de hoy y expandió sus ramas a todo el mundo. A punto tal creció que en julio próximo, Antoine Dupont, el mejor jugador de rugby del mundo, representará a Francia en los Juegos Olímpicos de París 2024 en la disciplina del seven, la misma que Haig imaginó 141 años antes.
En 1883, el rugby era un deporte todavía incipiente que gozaba de un meteórico auge en todo el Reino Unido. Para entonces, ya se había establecido el número de 15 jugadores por equipo (seis años antes eran 20) y comenzaba a ser algo más colectivo que agarrar la pelota y correr para adelante. El try, que inicialmente sólo otorgaba el derecho a patear a los palos para sumar al marcador, ya otorgaba un punto; 10 años más tarde valdría 3, cifra que se mantuvo hasta 1971. Hay algunos antecedentes de juego reducido: en las décadas del 60 y 70, Hely Hutchinson Almond, director del colegio Loretto en Musselburgh, Escocia, disponía partidos con siete jugadores por lado para que los jugadores mejoraran sus destrezas de pases. Aunque no se afianzó como deporte alternativo, sí elevó el rugby a un juego más asociativo.
El nacimiento del seven como disciplina llegaría ese año de la mano de Hein y Sanderson. La cancha principal del Melrose RFC, denominada The Greenyards, albergó el primer partido de seven de la historia. Naturalmente, el equipo local conquistó el certamen al derrotar a Gala 1-0 en la final. El suceso del evento hizo que la disciplina se desplegara, primero por toda la región de Scottish Border, condado donde está la localidad de Melrose, en el límite sudeste de Escocia sobre la frontera con Inglaterra, y luego por toda Escocia, Gran Bretaña y todo el planeta ovalado. Alcanzó su máxima expresión cuando recibió carácter olímpico, a partir de los Juegos Olímpicos de Río 2016. Para llegar a ese punto, debió atravesar un prolongado y progresivo recorrido. Como en el XV, la Argentina siempre fue uno de los animadores, pero recientemente logró convertirse en uno de los dominadores de la disciplina y hoy por hoy es uno de los principales candidatos a quedarse con la medalla de oro en París.
A diferencia de otros deportes derivados del rugby, como el rugby league, el fútbol americano o el fútbol australiano, el seven se mantuvo siempre bajo el mismo paraguas que el rugby union de 15 jugadores. En primer término, esto responde a que, excepto por ser reducido en jugadores y extensión (siete por lado, dos tiempos de siete minutos), conserva las mismas reglas. Con el tiempo se incorporaron algunas modificaciones, pero son mínimas y no alteran la esencia del juego. Por ejemplo, el que anota realiza la salida en lugar de recibir para favorecer la alternancia en la posesión, o el kick para la conversión de un try se realiza con un drop y no con la pelota apoyada en el suelo.
Además, desde sus inicios a finales del siglo XIX el seven fue un complemento del rugby de 15. Tanto en el Reino Unido como en el resto del mundo, se convirtió en una disciplina recreativa que se practicaba fuera del período de competencias. En la Argentina, por ejemplo, era tradición que una vez que terminaran de disputarse los certámenes locales y, cuando aplica, el Nacional de Clubes, se disputaban certámenes a lo largo de todo el país, para concluir con el extinto Seven de la UAR (de clubes) y el vigente Seven de la República (de uniones provinciales). La ampliación del calendario rugbístico y la incorporación de certámenes regionales redujo la ventana de la disputa del juego reducido, pero aún así se mantiene como un clásico de fin de año. Con matices, algo similar ocurre en el resto del mundo. En el viejo continente, por ejemplo, el período del seven es entre mayo y junio.
Un salto de calidad
El primer gran salto que dio la disciplina ocurrió en 1973. Con motivo de los festejos del centenario de su creación, la Unión Escocesa organizó el primer certamen internacional de sevens del mundo. Se disputó en el estadio de Murrayfield, en Edimburgo, y contó con la participación de ocho seleccionados: Escocia, Inglaterra, Irlanda, Gales, Francia, Nueva Zelanda, Australia y Presidents VII, un combinado de jugadores locales y sudafricanos.
El certamen no tuvo continuidad, pero resultó la semilla que inspiró la realización del Seven de Hong Kong. El inglés Rodney Bentham-Woods, gerente de la tabacalera Rothmans para el sudeste asiático, quería sponsorear un certamen internacional de 15 hombres, pero Tokkie Smith, director de la Unión de Rugby de Hong Kong, lo convenció que un certamen de seven sería menos oneroso y más redituable. Así, en marzo de 1976, en el Hong Kong Football Club, se disputó por primera vez el Seven de Hong Kong. Participaron como invitados los seleccionados de Australia, Fiji, Indonesia, Japón, Corea del Sur, Malasia, Nueva Zelanda, Sri Lanka, Singapur, Tailandia, Tonga y el seleccionado local. El certamen se convirtió en el evento insigne de la especialidad y, durante tres días al año, atrajo a multitudes que convirtieron a este deporte en un espectáculo que excede lo que ocurre en el terreno de juego, con epicentro en las tribunas. Una verdadera fiesta del rugby, que incluye música, alcohol y disfraces.
El suceso fue tal que comenzó a expandirse, cada vez incluyendo a más y mejores seleccionados y atrayendo a más público, debiendo mudarse al Hong Kong Stadium (con capacidad para 40.000 espectadores) en 1982. En este certamen emergieron figuras de la talla de Waisale Serevi, fijiano, considerado el mejor de la historia en la especialidad, y propulsó el nacimiento de estrellas que luego serían figuras en el rugby de 15 como David Campese, Zinzan Brooke o el propio Jonah Lomu.
Hoy, el Seven de Hong Kong es una escala regular del Circuito Mundial (durante muchos años otorgaba más puntos que el resto), pero conserva su carácter distintivo y es un evento en sí mismo.
Otro salto mayúsculo se produjo con la concreción del Mundial de Sevens. La propuesta fue elevada, cuándo no, por la Unión Escocesa a la IRB (hoy World Rugby) a principios de los 90 y se ganó el derecho a organizar el primer certamen, que se disputó en 1993 en Murrayfield. Como en el de 15, se disputa desde entonces cada cuatro años y está en juego la Melrose Cup, en honor a la localidad donde había nacido la especialidad 110 años antes. Inglaterra, otra vez arruinándoles la fiesta a los escoceses, fue el primer campeón. No obstante, rápidamente aparecieron otros animadores. Nueva Zelanda, replicando su predominio en el rugby de 15, y Fiji, especialmente. En esta pequeña isla del pacífico el rugby es religión, pero sus escasos recursos no le permiten desarrollarse a la par de las potencias. No obstante, encontró en la naturaleza del seven, más anárquico, donde las destrezas tienen preponderancia por sobre la organización y planificación, la posibilidad de expresarse.
Fiji ganó el segundo Mundial, jugado en Hong Kong en 1997 (repitió en 2005, también en Hong Kong y en Ciudad del Cabo 2022), y las dos ediciones del seven en los Juegos, en Río 2016 y Tokio 2020. Pero para adquirir estatus olímpico, fue preciso que el seven tuviera su circuito anual. Este circo, con formato similar al de la Fórmula 1: se disputan 10 etapas en distintos puntos del planeta, cada una de las cuales otorga puntos según la clasificación final y a fin de temporada quien más acumula se consagra campeón. El circuito tuvo su temporada de inicio en 1999-2000, con los certámenes de Mar del Plata (sede también del tercer Mundial en 2001) y Punta del Este dentro del calendario, y se mantiene vigente, desde esta temporada también con el anexo en paralelo del circuito femenino a una escala idéntica al certamen masculino. Lamentablemente, los altos costos hicieron que se prescindiera del segmento sudamericano.
El Circuito también le permitió sobresalir a otras naciones donde el rugby goza de gran popularidad pero no tienen posibilidades en el 15. Kenya, por ejemplo, aunque en los últimos años se debilitó, sorprendió por primera vez llegando a las semifinales en Adelaida 2007 y alcanzó a ganar la etapa de Singapur en 2016, derrotando en la final a Fiji y con Collins Injera como figura.
Otro estatus, con la impronta olímpica
Sin dudas, lo que terminó de propulsar a la disciplina del seven a la popularidad que ostenta hoy en día es el hecho de haber adquirido status olímpico. Esto hizo que la disciplina recobrara el interés no sólo de las uniones, sino hasta de los gobiernos nacionales, deseosas de colgarse medallas. El deporte se profesionalizó y el juego fue diferenciándose cada vez más del rugby de 15, al punto que cada vez es más difícil que un jugador salte de uno a otro.
La posibilidad de disputarse en un lapso breve de tiempo, algo imposible para el juego de 15, que exige una larga recuperación entre un partido y otro, y el carácter espectacular del mismo, con varios partidos por día, desenlaces inciertos hasta el final y la posibilidad de que muchos equipos tengan aspiraciones reales de ser campeón, hicieron que esta modalidad encajara a la perfección con el formato de los Juegos.
La Argentina fue uno de los principales beneficiarios de esta circunstancia. Históricamente, el seleccionado argentino de seven estaba compuesto por un mix entre especialistas del juego reducido y jóvenes con proyección para el rugby de 15. Así, en los 90 nombres como los de Pedro Baraldi, Duncan Forrester y Gustavo Piergentili se mezclaban con los Contepomi, Pichot y Phelan, de paso fugaz por el seven. La lógica se mantuvo durante años. El máximo referente fue Santiago Gómez Cora, que llegó a ser tryman histórico del Circuito Mundial (más tarde superado por el keniano Injera) y figura en el Mundial de Dubai 2009, cuando los Pumas 7s fueron subcampeones. También estuvo adentro de la cancha en las conquistas de los certámenes de Los Ángeles 2004 y San Diego 2009, los primeros dos títulos en el Circuito Mundial.
A partir del advenimiento de la era olímpica, gracias en parte aporte pecuniario del Enard y la Secretaría de Deportes, la Argentina logró establecer un plantel profesional amplio, con dedicación exclusiva y durante todo el año al juego del seven. Esta vez, con Gómez Cora como entrenador, figura clave para forjar, en 10 años, un equipo que se convirtió en una de las potencias de la especialidad.
La medalla de bronce conseguida en Tokio 2020 (disputado en 2021) infló de confianza al equipo argentino y desde entonces lograron cinco títulos más del Circuito, que actualmente lideran. Disputadas tres de las ocho etapas de la temporada 2023/24, que continúa este fin de semana con el Seven de Vancouver (donde los Pumas 7s defienden el bicampeonato), marchan primeros con dos medallas doradas y una de plata.
Hace 141 años, el carnicero Dan Haig sólo se proponía recaudar unas libras para mantener vivo al modesto Melrose RFC. Lo que vino después, nunca se lo imaginó.
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