Opinión: la marcha universitaria es también por la democracia

Este martes tendrá lugar la marcha federal universitaria convocada por amplios sectores de la comunidad universitaria y de la sociedad civil. El motivo de la convocatoria es bien conocido. Se pretende revertir el ahogo presupuestario al que están sometidas las casas de estudios superiores. En este contexto, es natural reivindicar el papel fundamental de las universidades como productoras de conocimiento y de pensamiento crítico. Pero creo que también es importante poner el foco en la especial conexión que existe entre estas instituciones y el buen funcionamiento de una democracia constitucional.

La ofensiva en contra las universidades está compaginada con los ataques diarios a periodistas y medios y, más solapadamente, con el intento de cooptar al Poder Judicial a través de la oscura nominación de un juez federal para ocupar una vacante en la Corte Suprema. Todo gobierno autoritario procura suprimir las fuentes de control, ya sean las institucionales, como el Poder Judicial, las que permiten dar voz a quienes son críticos, como periodistas y medios, y las que producen conocimientos que sirven para evaluar las políticas públicas.

Las universidades nacionales, junto con otras instituciones de conocimiento, como el Conicet, poseen lo que los autócratas más temen: la autoridad para apelar al conocimiento y decir “usted se equivoca”. Sus profesores e investigadores forman parte de una comunidad global que tiene reglas específicas tendientes a asegurar la calidad de su producción mediante rigurosos controles entre pares. La aceptación de puntos de vista diversos y la predisposición a la crítica y al debate racional conducen a que ese conocimiento no sea una mera ocurrencia espontánea. Se trata de un insumo bien pensado que ya respondió a críticas y fue objeto de mejoras y revisiones.

De ese modo, las instituciones de conocimiento son una fuente alternativa de autoridad, de autoridad teórica, que un autócrata querrá controlar o suprimir. Las universidades nacionales, al gozar de autonomía, constituyen una forma de producción y difusión descentralizada de conocimiento que hace un aporte fundamental para que la ciudadanía pueda estar bien informada y, de ese modo, pueda deliberar, decidir y controlar a sus gobernantes.

Por todo eso, el ataque a las universidades nacionales entraña un riesgo que incluye a la problemática educativa, pero va incluso más allá. Por eso, la marcha del martes también es por la democracia.

El autor es profesor de derecho constitucional de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires