Tras pasar por el modelaje, cuenta por qué decidió profundizar en el campo de los modales y las relaciones públicas y cómo organiza su casamiento con el empresario Georgie Neuss
La sonrisa. Allí es donde no quedan dudas del ADN familiar. Ese que decreta sin riesgo a equivocarse que Taina Laurino, 28 años, pura elegancia de lujo discreto, con la dosis justa de maquillaje y de modos correctísimos, es la hija de la explosiva exmodelo brasileña Anamá Ferreira. Después, claro, están “las piernas”, como dice su mamá: una herencia prodigiosa que la llevó a recorrer las pasarelas con exigencia profesional cuando era adolescente. “En algún punto sentí la necesidad de sumar algo académico y empresarial”, cuenta Taina y agrega que luego de viajar por el mundo, entendió que para hacer negocios y relacionarse a nivel internacional debía aprender sobre las formas de ser y de vivir de otras culturas. Así fue cómo se convirtió en experta en Protocolo y Ceremonial Internacional e Imagen Pública e hizo certificaciones en Naciones Unidas y en los Países Bajos. Sumó también Marketing, tarea que desempeña desde su consultora de asesoría de imagen personal y de negocios, donde brinda ayuda a empresarios, funcionarios y celebrities. Amante de la cultura y la realeza británica, tuvo hace un par de años la oportunidad de estar cerca del príncipe Harry al ser la única latinoamericana seleccionada para trabajar dentro de la organización de los Juegos Invictus, un evento multideportivo internacional en el que participan personal de las fuerzas armadas, veteranos o heridos de guerra.
Como una Pigmalión de los buenos modales y la corrección, no hay desfile ni evento fashionista o social al que Taina no esté invitada. Estar cerca suyo obliga a cuidarse con las formas: al evaluar el comportamiento en una mesa, dicen, es implacable.
–Una madre modelo, que tenía su propia escuela de modelaje, ¿te incentivó a seguir la profesión?
–Nunca me dijo: “Me encantaría que fueras modelo”, pero de chiquita obviamente vivía inmersa en ese mundo. ¡Mamá me llevaba con el moisés a los desfiles! Veía la ropa divina, las modelos espectaculares, y lo fui absorbiendo. Tenía 14 cuando estábamos en un desfile y le dije a mamá que quería probar. A los 15 hice mi primer desfile vestida de novia por Laurencio Adot, ¡me temblaba el ramo! Cuando empecé mamá estaba contenta, porque en definitiva era lo que ella hacía, pero siempre fue muy exigente, insistía en la necesidad de hacer mi propio camino; fue implacable a la hora de las críticas. Yo estaba en el ojo de la tormenta porque muchos están mirando lo que hace “la hija de”. La realidad es que podés tener más acceso, pero no te garantiza que te vaya a ir bien porque si no sos buena profesional la marca o el diseñador no te van a dar 1000 oportunidades.
–¿Cómo le planteás a un público joven la necesidad de la etiqueta y la formalidad?
–Es que justamente, hoy más que nunca la imagen es lo que se termina construyendo. Es lo que vos estás queriendo comunicar al otro. Hoy podés subir un video y lo ven hasta en China, con todas las susceptibilidades que hay en el mundo. Si querés hacer negocios, destacarte, lograr algo, necesitás saber cómo llamar la atención y entender bien qué hacer. Hubo tratos que no se cerraron por usar colores o hacer regalos que no están bien vistos en otros lugares.
–En este tema ha habido grandes metidas de pata …
–Fijate lo de Dolce&Gabbana hace unos años en China, cuando hicieron una campaña con Zou Ye, una famosa modelo local, intentando comer comida italiana como pizza y cannolis con palillos como una forma chistosa de mostrar una “mezcla” entre las dos culturas. Los videos se tomaron como una burla racista a sus costumbres, lo que significó pérdidas millonarias para D&G; hasta la fecha les está costando recuperar el mercado chino. También le pasó algo similar a una empresa de caramelos argentina que debía enviarlos para conmemorar el Año Nuevo y eligieron un envoltorio blanco, pensando que simbolizaba paz o renovación de energía, cuando por el contrario en China es el color usado para el luto. Tuvieron que enviar los containers de regreso y cambiar el envoltorio por rojo, un color más característico del festejo y la prosperidad. Cuando no te fijás en la cultura a la hora de hacer negocios, ¡podés perder mucha plata!
–¿Cuál fue el error de protocolo más terrible que te tocó presenciar en tu carrera?
–Un cliente me llamó a las dos de la mañana para contarme una situación que había sucedido en uno de los eventos de negocios que se realizaban en paralelo durante el Mundial de Qatar. Una persona había llevado a la comida organizada por un sheikh una botella de un Malbec argentino carísimo de regalo. El anfitrión miró la botella e hizo que un asistente se la llevara rápidamente. Después de eso, no le digirió la palabra en toda la comida. La reunión fue incomodísima. Cuando salieron los demás comensales lo criticaron por desconocer que el sheikh era musulmán y que no tomaba alcohol. Por un tema de religión no puede haber ni siquiera alcohol en la mesa. Esa es la cuestión del límite cultural.
–Anamá es explosiva, vos sos más recatada y seria. ¿En qué se complementan?
– Notás la diferencia, ¿no? [risas]. Mamá es más fosforito y yo soy más tranquila, entonces cuando tiene alguna duda sobre lo que va a hacer profesionalmente o a nivel personal, sabe que yo veo las cosas desde otro lado y me llama para preguntarme qué opino. ¡A veces ya se mandó algo de impulsiva y me llama para ver cómo lo arregla! Me escucha bastante. Yo también voy a ella para que me dé consejos profesionales, porque la verdad es que hizo un carrerón y mantuvo una empresa impresionante en la Argentina contra viento y marea.
–Más allá de lo profesional o lo emocional, lo que te descoloca de ella es...
–Mamá es capaz de quedarse hablando una hora con una persona que recién acaba de conocer. Habla hasta con el loro. ¡Y yo al lado mirado el reloj! Pero nos divertimos mucho, es muy alegre, efervescente. La moda nos encanta, es un punto en común. Vemos muchos desfiles y los comentamos. Me llama y me pregunta: “¿Estás viendo el desfile de Pierpaolo, ahora que renunció a Valentino?”
–A la hora de vestirse, ¿tienen los mismos gustos?
–Para nada, somos bastante diferentes. Aunque a veces peleamos porque yo le he robado algún par de zapatos. Mamá es bien brasileña, mucho del color, del estampado, de lo extravagante, y más corto. Yo en cambio, soy un estilo más clásico y moderno, más Ralph Lauren, Armani. Sin excesos. Ella es la de los colores estridentes, yo con un flúo, jamás.
–Se viene casamiento a fin de este año [con el empresario Georgie Neuss, tras ocho años de noviazgo]. ¿Cómo hacés para no estar encima de la celebración?
–Estoy bastante relajada porque la gente que organiza es genial. Como siempre, me preocupa el vestido, que es “el” tema. También los tiempos, que no se hagan eternas las pausas entre una parte y otra. Y el Dj: si es malo, no hay fiesta.