¡Pegue, y pegue, y pegue Presi, pegue!
Pertenecer tiene sus privilegios: gracias a mi adscripción al mileísmo me entero de cosas que no suelen filtrarse a los medios. Amo eso de caminar por la Casa Rosada y ser convocado a reuniones en mi carácter de asesor en comunicación. Esta semana escuché a ciertos funcionarios –no voy a mandarlos en cana, aunque muero de ganas– hablar, en voz apenas susurrada, sobre que el Presidente debería morigerar sus ataques, contenerse, no andar lanzando veneno por la boca; y por Twitter (o X, ese nombre ridículo que le pusieron). Quieren un Milei prolijo, políticamente correcto. ¡Ese no es Milei! De hecho, una de sus frases de cabecera es que “a los educados los vomitará Dios”. Un grande: no sé qué Evangelios apócrifos lee, pero el Dios de Milei se parece más a Milei que a Dios.
A ver si nos entendemos: Javier llegó donde llegó con esos pésimos modales. No es que un buen día, ya en el poder, se volvió un sacado. Fue insultando y a los codazos que se hizo un lugar en la historia. Santiago Caputo, “ministro del Pensamiento”, el hombre llamado a aportar ideas, tiene una sola idea: cuando el Presidente no castiga, como que se diluye y pasa a ser uno más del “sistema”, de la casta. Dato inconfesable, que confesaré porque me quema las manos: si algo admiran Milei, Karina y Caputo de Cristina es que sabía que gobernar es dividir, confrontar, señalar a los malos y condenarlos al fuego eterno. También le reconocen que nunca dejaba de estar en campaña y que vendía una épica, y en eso la quieren imitar. Obvio que Cris tenía otro estilo; el de Javi es más sauvage. Le queda bien. Es parte de su estética: el pelo revuelto y la ira se llevan bárbaro. Me gusta verlo enojado, gruñón. Pegue y pegue y pegue, Presi, pegue. Es lo que hace siempre en Twitter. Una nota de Camila Dolabjian en LA NACION puso en números la frenética actividad del Presi en esa red, “que usa para descargar su furia”; interactúa todos los días y llega a pasar noches sin dormir frente a la pantalla. En dos meses hizo 4364 publicaciones, un promedio de casi 73 mensajes diarios, y les puso “me gusta” a 14.000 posteos, más de 233 por día. Bien, Javi: gobernar es tuitear.
“Rata”, “sorete”, “delincuente”, “basura”–por citar solo algunas de sus últimas dedicatorias– son agravios que solo los distintos pueden decir sin que se les desfigure la cara. Como algunos los viene repitiendo mucho, Karina me pidió que proponga otros, cosa de renovar el menú. Se me ocurrieron varios: sabandija, sotreta, dañino… OK, sigo pensando.
Javier se viene metiendo con periodistas, lo cual me duele. Pero es cierto: en principio somos todos ensobrados. ¿Quién en su sano juicio puede criticar al Gobierno si no es porque le ponen la tarasca? También le cayó duro a Alejandro Borensztein por su columna del domingo pasado en Clarín. ¡Perfecto! Cómo se le ocurre hacer humor político con tanto político malhumorado dando vueltas. Podríamos reparar en que Milei es más corrosivo con López Murphy, Lali Espósito o Borensztein que con Cristina, Máximo, Massita. ¿La explicación? Les recuerdo que mi trabajo es asesorar al Presidente, no explicarlo.
Apenas me animo a decir que Milei es un combo cerrado: nos encantaría separar al violento del que va al déficit cero, achica el Estado y emite para comprar reservas y no votos, pero no es posible; en el mismo paquete viene todo. En un informe de coyuntura leí una frase redondita: “El Gobierno desprecia las formas tradicionales”. El problema es que, me parece, estaba dicho en tono de crítica. Otro ensobrado; uno más. Ya sabemos lo que hace Dios con ellos: lean el Evangelio según Milei.
Los que están perplejos son los del Fondo Monetario. Acaba de visitarnos esta chica Gita Gopinath, segunda del organismo, y las crónicas de su encuentro con el Presidente cuentan que le pidió que estuviera atento al “impacto social” del plan económico. Incluso recibió a la CGT. De no creer: el FMI llama a atenuar el ajuste. Javi la sacó corriendo. No me extrañaría que en las próximas horas se ocupe de ella en los peores términos, tipo “cobarde”, “comunista”, “raza de víboras”. Presi, por favor: Gita no está familiarizada con su estilo, y mucho menos con un índice de pobreza del 57,4%. Presi, perdónela. Vuelva a Lali.
También llegó Blinken, el secretario de Estado norteamericano. Feroz cambio de era: con Néstor, los aviones traían a Chávez; con Cristina, a tipos como Antonini Wilson. Con Alberto no venía nadie. Blinken dijo que “la Argentina tiene lo que el mundo necesita”; no hablaba de alimentos, sino de Milei.
Sobre el cierre del Inadi hay distintas versiones. Una es que, sin ese ojo controlador, Javi puede insultar más tranquilo. Falso. Lo decidió el Presidente porque ese nido de zurdos estaba por aceptar una denuncia por discriminación de los 120.000 beneficiarios de planes sociales que viajaron al exterior: reclamaban que, con tantas millas acumuladas, ya nadie los llame planeros.ß