Milei también les gana a los K con los documentales
Kreplak se autoflagela con el episodio más traumático del gobierno anterior: el COVID; Santiago Oría le da épica al libertario con sus producciones audiovisuales
Pino Solanas y Octavio Getino, a caballo de los años sesenta y setenta, fueron los cronistas que documentaron a un peronismo deseante de romper las cadenas de la proscripción y de acelerar el regreso triunfal de Juan Domingo Perón a la Argentina tras 17 años de forzoso exilio. Nicolás Kreplak, ministro de Salud bonaerense, se ubica en las antípodas de aquellos al tirarle un salvavidas de plomo al kirchnerismo, por su decisión de estrenar un film que intituló Pandemia: gestionar lo desconocido.
Solanas y Getino hacían vibrar a los militantes que veían esos documentales apasionados a escondidas, en funciones clandestinas en unidades básicas, no pocas veces interrumpidas por alguna redada policial. Todo era épico: realizadores y espectadores se sentían protagonistas de una misma hazaña.
Lo de Kreplak, en cambio, parece un insólito acto de autoflagelación: sin que nadie se lo pida, exhuma el episodio más traumático del cuarto gobierno kirchnerista: la llegada del Covid, que, más allá de la abnegada entrega incondicional del personal sanitario, resultó una pesadilla detrás de otra que difícilmente alguien quiera recordar: 130.000 muertos, una cuarentena eterna, los forcejeos y atrasos con los distintos tipos de vacunas, los colegios cerrados y el ágape cumpleañero de la entonces primera dama, en la residencia presidencial de Olivos. Si Kreplak va a contar todo, flaco favor hará a su fuerza, y si, en cambio, presenta una versión edulcorada, provocará un tsunami de enojos y abucheos interminables. Para colmo, su producción se estrenará el jueves de la semana próxima, exactamente un día después de que el exministro de Salud de la Nación Ginés González García comparezca en indagatoria ante a la Justicia por el vacunatorio vip.
Además, no podría haber elegido momento más inoportuno para su estreno, ahora que la Argentina sufre una fuerte epidemia de dengue. Como ministro de Salud provincial, ¿no sería mejor que en vez de hacer revisionismo se abocara a tiempo completo a atender la problemática actual, que ya produjo más de 180.000 casos y 129 muertos? ¿Acaso con la pobreza creciente no hay un sinfín de patologías en el conurbano como para enfocarse en su tarea del presente y dejarles el pasado a los historiadores?
“Médico clínico, sanitarista y militante” es su carta de presentación en la red social X. No es para menos, su inclinación hacia lo audiovisual viene unida al adoctrinamiento. Sus dos producciones anteriores, La insubordinación de los privilegiados, sobre las desiguales coberturas de salud, y El porvenir de la vida en común, sobre la salud mental, tienen buen ritmo y nivel de producción, que se malogran cuando asoma el relato K, lo que las hace completamente descartables para quienes no profesan ese ideario. Axel Kicillof tiene participaciones estelares en cada título y en el tráiler del nuevo documental se lo puede ver en conversación con Kreplak, no ya en el modesto Clio en el que hizo la campaña, sino dentro de un vehículo más confortable y amplio.
Como si esto fuera poco, el funcionario está detrás de Sputnik Bar, en La Plata (nombre que homenajea a la vacuna rusa, con fenomenales faltantes de su segunda dosis). Allí se imparten seminarios con profesores del porte de Amado Boudou y Artemio López.
Aun siendo tan diferentes, La república perdida (1983), de Miguel Pérez, y Tierra arrasada (2019), de Tristán Bauer, ambos documentales saludaban nuevas etapas: el primero, a la restauración de la democracia; el segundo, al “Volvimos mejores”, de Alberto Fernández, Cristina Kirchner y Sergio Massa, que terminó siendo un fiasco total.
Santiago Oría es el realizador que sigue a sol y sombra a Javier Milei. Lo liberal le viene en la sangre, desde su bisabuelo que trabajó para varios gobiernos, de Roque Sáenz Peña a Ramón Castillo, y de su abuelo Jorge Oría, que acompañó como candidato a vice en la fórmula presidencial que encabezó en 1983 Álvaro Alsogaray. Oría admira a Pino Solanas, no por su ideología, en las antípodas de la suya, sino por la manera potente de encarar su cine político. De hecho, le ha copiado la división en capítulos de algunas de sus producciones, a los que les pone sugestivos nombres. Ya trabajando para Milei, dirigió el mediometraje Pandenomic (tal como se llama uno de los libros del actual presidente) y la más ambiciosa película de dos horas, que tituló Javier Milei, la revolución liberal, y que relata el vertiginoso ascenso del libertario. Ambos trabajos son muy superiores al spot del 24 de marzo que hizo sin presupuesto y muy rápido. A pesar de la polémica por su contenido, o gracias a ella, tiene más de diez millones de views sumando distintas plataformas.
Oría potencia la épica de Milei. Kreplak, con los ojos en la nuca, hunde un poco más al kirchnerismo.