Milei pisa fuerte el acelerador de la batalla cultural
Como niñitos terribles con desórdenes de conducta, el 24 de marzo pelearon los ardorosos defensores de dos hashtags antagónicos en las redes sociales: #Son30Mil y #NoSon30Mil. Los de #Son30Mil acusan a los otros de ser negacionistas del terrorismo de Estado, en tanto que los de #NoSon30Mil acusan a aquellos de negacionistas del terrorismo de las guerrillas setentistas. Desde hace cuarenta años, la misma cantinela. Poco enfocados en el presente y, mucho menos, en el futuro. Así estamos.
Con tal de terminar con tan estúpida discusión de dos puntos de vista divergentes sobre un mismo tema –el primero refiere al número emblemático de desaparecidos; el segundo alude a la cifra concreta que figura en los registros oficiales– habría que contentar a los primeros diciéndoles que fueron 40.000 y a los segundos, tranquilizarlos con que no pasaron de 5000, a ver si se logra sacarlos de una vez de ese empantanamiento patológico. Tal vez así puedan redirigir esas energías desperdiciadas a temas más productivos.
El Gobierno perdió la oportunidad de elevarse por encima de esa controversia estéril al difundir un spot que lució muy pobre, con apenas tres testimonios. Pero lo peor es que al abordar el tema de la guerrilla terrorista y manifestarse sobre el accionar de la represión militar solo de manera tangencial, quedó avalando tácitamente lo que la Justicia definió ya hace mucho como un plan criminal sistemático. Está claro que los guerrilleros no fueron “jóvenes idealistas” sino crueles asesinos, pero eso no habilita a restarle importancia –o, peor, justificar– a lo que el Estado jamás debió hacer.
Javier Milei podría dejar una marca positiva sobre el asunto si cambiara el oscuro feriado del 24 de marzo (comienzo de la última dictadura militar) por el del muy luminoso 10 de diciembre (restauración de la democracia, en 1983, y, además, Día de los Derechos Humanos).
En los últimos días, el Presidente viene pisando cada vez más fuerte el acelerador de la batalla cultural con el afán de impregnar con su ideario a la sociedad argentina, incluso al 44% que no lo votó. Un enorme desafío, por cierto, intentar volverse hegemónico, siendo tan exiguo su sustento legislativo y nulo su poder territorial. De conseguirlo, merecerá figurar en los libros.
Si el “fenómeno Milei” ya es raro por donde se lo mire, incurre en otra curiosa peculiaridad al moverse en dicho plano con procederes similares a los del kirchnerismo: determinación, persistencia y agresividad para que sus conceptos y novedades penetren viralizados tanto en el mundo real como, particularmente, en el mundo virtual. En este, el Presidente, algunos de sus principales colaboradores y multitudes de seguidores son expertos en navegarlo y en sacarle el mejor provecho.
Buena parte del día, el primer mandatario “premia” con generosos RT las noticias y comentarios halagüeños a su administración. A los demás los ignora o, si se trata de periodistas y medios conocidos, prefiere basurearlos, con especial predilección por el Grupo Clarín, tal como lo hace el kirchnerismo desde la lejana crisis con el campo, allá por 2008.
La mencionada toma de posición frente a la controvertida conmemoración del 24 de marzo, el cambio de nombre del Salón de las Mujeres y los anunciados del CCK y del Salón de los Pueblos Originarios, el vaciamiento de Télam y de la TV Pública, la suspensión de la operatoria de las cooperativas, el revoleo constante de cifras imprecisas sobre despidos en la administración pública y el enfrentamiento internacional con los presidentes de Colombia, Venezuela y México indican que Javier Milei y Cía. ya no se conforman con concentrar su atención estrictamente en las obsesivas metas de alcanzar el equilibrio fiscal y bajar la inflación, sino que van por un objetivo mucho más ambicioso y abarcador. Ahora el oficialismo busca que la batalla cultural se haga carne en algo más profundo y subliminal, como es establecer un cambio de sentido a fondo, bien a contramano de los que instaló el kirchnerismo durante veinte años. Si los artistas suelen salir a favor de esa ideología, en la semana que pasó ese bloque mostró no ser tan compacto y que figuras relevantes como Guillermo Francella, Raúl Lavié y hasta Andrés Calamaro miran con mayor empatía al actual gobierno.
Una vez más, la experiencia del macrismo en lo más alto del poder, entre 2015 y 2019, sirve de parámetro a la nueva administración para no tropezar con las mismas piedras. Así como el gradualismo económico de Cambiemos terminó teniendo consecuencias fallidas, La Libertad Avanza le hace honor al nombre y arremete en la materia de manera impetuosa para no cometer, por lo menos, ese mismo error (aunque pueda caer en otros).
Tampoco suscribe la teoría del “libre albedrío” que impuso Marcos Peña durante aquella gestión, dejando a la opinión pública librada a la buena de Dios, sin “orientadores” oficiales en temas de debate. Eso hizo que tras la intensa experiencia cristinista, y habiendo perdido las elecciones de 2015 por escaso margen, el kirchnerismo se sintiera envalentonado para seguir usando su altavoz a todo volumen y denostar sin tregua a ese gobierno, algo que ahora no sucede con aquella intensidad.
La ruta 2 atestada y la costa repleta de turistas en este fin de semana extralargo que transitamos agrega otro valioso plus que alarga el “veranito” mileísta en pleno otoño.