Mardel cumplió 150 años y le mete goles a la economía
Los “precios amigables” de Rottemberg, el alfajor que bate récords y los privados a cargo de las celebraciones
Mientras la mala política –sea en el oficialismo o en la oposición– se complota para dinamitar los emprendimientos de los particulares, la vida sigue.
Hay que apechugar y continuar adelante esquivando los insólitos inconvenientes que nos ponen todo el tiempo en el camino quienes deberían facilitarnos las cosas, en vez de empeñarse en complicarnos. Es que si nos quedamos de brazos cruzados esperando que las dirigencias arreglen las cosas –a esta altura es como pedir un imposible–, la vida se pasa y es mucho peor la frustración de no hacer.
Los sobrevivientes de los Andes –ahora otra vez tan de moda por la exitosa superproducción de Netflix La sociedad de la nieve– cuentan que cuando se convencieron de que nadie los rescataría, se pusieron manos a la obra para dar vuelta una catástrofe que parecía no tener solución (accidente aéreo en medio de la Cordillera, frío intenso y penetrante, muertos y heridos graves a su alrededor, falta de alimentación y medicina, aludes, etc.). Y, sin embargo, cuando tomaron el destino en sus manos pudieron encontrar la salida de tan atroz laberinto.
Ya lo decía San Francisco de Asís: “Empieza por hacer lo necesario, luego haz lo posible y de pronto estarás logrando lo imposible”. Es la frase de cabecera de Esteban Bullrich que, no pudiendo moverse ni hablar por culpa de la ELA, no tira la toalla y es un ejemplo de vida al porfiar en torcerle lo más que puede el brazo a esa cruel enfermedad para seguir adelante, muy activo, con sus sueños intactos de mejorar este bendito país que tiene tan mala suerte con sus gobernantes. La lección es que, en cualquier circunstancia, por más que parezca que tengamos todo en contra, hay que pelearla contra viento y marea.
A propósito de viento y marea, los 150 años que Mar del Plata celebra este fin de semana largo con muchas actividades, sirve de oportuno ejemplo de cómo se puede dar vuelta la tortilla cuando hay inventiva que derive la energía de la queja continua a algo más productivo.
En octubre de 2023, cuando todavía no se sabía quién ganaría las elecciones presidenciales, el empresario teatral Carlos Rottemberg tuvo una idea sumamente audaz y, en cierta forma, suicida, a la vista del 211,4% de inflación de todo ese año (más el 25,5% que sumaría enero último y alrededor del 20% más que lleva acumulado este mes): congelar el precio de las entradas de los espectáculos teatrales en la Ciudad Feliz entre 8000 y 12.000 pesos.
La iniciativa fue muy inspiradora porque todos los empresarios de ese rubro la hicieron suya.
Mar del Plata, como el resto del país, sufrió primero la inflación disparada por Sergio Massa en el anterior gobierno, que potenció el presidente Javier Milei, al liberar precios y tarifas sin anestesia.
Por esos sucesivos golpes al bolsillo la temporada marplatense sufre una caída general de sus actividades que fluctúa entre un 20 y un 40 % respecto del verano pasado. Sin embargo, los “precios amigables” hicieron crecer en un 33% promedio la cantidad de entradas vendidas, mientras Buenos Aires observa una notable caída en la taquilla, que ya supera el 30%, en tanto que Carlos Paz, probablemente, termine la temporada un 10% más abajo que hace justo un año. Ambas plazas venden entradas un 28% y un 15% más caras que Mar del Plata, respectivamente.
Pero no todo es cuestión de baratura. En el extremo contrario del consumo, Havanna se descolgó, para celebrar el sesquicentenario del centro turístico, con un alfajor premium, que salió al mercado costando el doble ($1600) que cualquiera de sus otros productos tradicionales. Pero, así como hay un amplio sector del público que paga lo que sea con tal de no perderse el recital de su megaestrella internacional preferida, esa novedad tan anunciada antes de salir generó mucha expectativa. Su calidad superlativa hizo el resto: la gente mete la mano en el bolsillo y paga sin chistar. Agotó su stock inicial.
La economía privada se las arregla lo mejor que puede en Mar del Plata para salvar la ropa, a pesar de los estropicios en los que se empeñan los gobernantes pasados y presentes. Hasta logra el mentado “efecto derrame” del padre de la economía liberal Adam Smith: el positivo efecto multiplicador en la afluencia a bares, restaurantes y kioscos alrededor de los teatros marplatenses es elocuente.
El populismo suele llenarse la boca con la importancia de los subsidios estatales. En Mar del Plata, en estos días, se invirtió ese rol: en tanto la provincia y la municipalidad son actores de reparto en el ambicioso programa de festejo por los 150 años, tomaron la delantera las “fuerzas vivas” y los privados que lo coordinan y financian.
La economía puede mejorar si los particulares se muestran menos pasivos y se la juegan. Los funcionarios harían bien en imitarlos.