La Argentina ante un mundo dividido
La dramática guerra ruso-ucranaina y las reacciones que ha generado en ciertas naciones amenazan con dividir al mundo en dos partes, mientras no se encuentre una solución negociada, Para una potencia media como la Argentina, una división entre regímenes democráticos y autoritarios, o entre países occidentales y el resto, no es ni conveniente ni positiva. En consecuencia, debe manejarse con extremo cuidado en un escenario internacional complejo, teniendo en cuenta sus intereses y valores democráticos.
A esta altura del conflicto se notan algunas tibias señales para encaminar una negociación entre las partes involucradas, aunque este proceso pueda llevar un tiempo considerable. El presidente Biden dijo que es imposible que Rusia se quede con toda Ucrania, lo que implica una potencial aceptación de su parcial desmembramiento. El presidente ucraniano se ha dado cuenta que no es posible ser miembro de la OTAN, y dicho que toda propuesta debe ser aprobada por su pueblo. Alemania ha pasado de demonizar a Putin a aceptar que su clase política ha cometido errores, y a que el Kanzler Olaf Scholz declare que su interés es evitar una guerra nuclear. Rusia, con un enfoque digno del estratega militar alemán Claus Von Clausewitz -que escribió que la guerra es simplemente la continuación de la interacción política, con la adición de otros medios-, continúa combinando su despiadada ofensiva militar con la supuesta voluntad de buscar una solución diplomática. Su última amenaza es invadir el corredor que va de Crimea hacia el Oeste, para conectar con los territorios que controla en Transnitria, al este de Moldavia. Esto implicaría invadir Odessa, e impedir el acceso de Ucrania al mar Negro. Pero esta amenaza puede estar ocultando la propuesta implícita de aceptar lo que Rusia ya ha ocupado, para así concluir la guerra. Como Stalin en su tiempo, nadie es hoy más consciente que Putin del antiguo proverbio: la posesión equivale a nueve décimos de lo legal.
Si no se llega a una solución en lo inmediato -un enorme desafío-, puede exacerbarse la tendencia a dividir el mundo en dos, con profundas diferencias sistémicas e institucionales, entre grupos de países democráticos y autoritarios, o entre naciones occidentales y el resto. Un indicio se vio en el Consejo de DD.HH. de la ONU, donde 93 países votaron por suspender a Rusia, y 100 -entre abstenciones, votos en contra, y no votos-, no lo hicieron. Para la Argentina, que debería implementar una estrategia de horizontes diversos -mantener relaciones positivas y simultáneas con las potencias establecidas, los nuevos centros de poder (China, India, Asean), y el exterior próximo-, especialmente en lo económico, esta potencial división del mundo no es deseable. Aunque se deba tener sumo cuidado al tratar con regímenes autoritarios en lo político, y la voluntad de tratar con ellos se reduce drásticamente si rompen el orden internacional mediante la invasión a otro país. Pero una división del mundo en dos, restringiría los grados de acción de la Argentina, ya que el multilateralismo sería reemplazado por dos semi-multilateralismos, entre los cuales el país debería elegir. La Argentina tampoco se beneficiaría de que con un mundo dividido, encontrar una solución a la cuestión climática se haría más difícil. Por ello, la Argentina debe participar en los foros internacionales que procuran encontrar mecanismos de convivencia entre las diferentes naciones. Un ejemplo es el G20, donde puede interactuar con los mandatarios de las más importantes naciones del mundo, y presentar su visión. Otro ejemplo es la reunión trienal del C40, donde las principales ciudades del mundo -incluyendo las de China, India, ASEAN y Africa--, trabajan en conjunto en lo climático, y que este año liderará Horacio Rodriguez Larreta en Buenos Aires.
Ante este complejo panorama global, la Argentina debe actuar con inteligencia y realismo. Así, hay una oportunidad para nuestras exportaciones de trigo, maíz y girasol a nivel mundial, dado que Ucrania y Rusia --exportadores netos-, se ven afectadas por la guerra. Más que poner impuestos a una renta inesperada, el enfoque debería ser aprovechar esta inesperada oportunidad para identificar los mercados -en Africa, Medio Oriente, Asia- adonde podemos dirigir mayores cantidades en las próximas cosechas. La supuesta redistribución de ingresos, no puede servir de excusa para frenar las exportaciones. Más hoy, donde lamentablemente no se visualizan otros motores de desarrollo.