Alemania redefine su política exterior
Pocas veces se observan cambios tan dramáticos en la política exterior de una gran potencia como los que tiene que implementar hoy Alemania a causa de la invasión rusa de Ucrania. Estos cambios se observarán en su relación con Rusia, en su estrategia militar y en su política energética.
El primer cambio será redefinir la política exterior con respecto a Rusia, ante la dura evidencia de una Ostpolitik en ruinas. Esta política de acercamiento hacia la ex Alemania Oriental, Europa del Este y Rusia fue concebida por el canciller Willy Brandt, del Partido Socialdemócrata, que fue alcalde de Berlín occidental durante la traumática construcción del muro divisorio. La Ostpolitik ha sido uno de los pilares de la política exterior alemana y se reflejó en las buenas relaciones de Vladimir Putin –que habla alemán– con el excanciller socialdemócrata Gerhard Schroeder y la excanciller demócrata cristiana Angela Merkel –que habla ruso–. Así, los dirigentes alemanes han quedado perplejos e indignados ante la invasión de Putin a Ucrania, que ha causado la implosión de la Ostpolitik. Deben de estar recordando las palabras del gran canciller Otto von Bismarck: “Nunca confíes en los rusos, ya que ni los rusos confían en ellos mismos”.
El segundo cambio será reformular su política de defensa. Alemania ha vivido desde el final de la Segunda Guerra bajo el paraguas militar convencional y nuclear norteamericano. Ya consideraba que era un Estado sin enemigos, y nunca pensó que se materializaría la pesadilla de la Guerra Fría de ver tanques rusos avanzando desde el este. Por ello, las Fuerzas Armadas alemanas se habían reducido significativamente desde 1989. De 310.000 soldados a 180.000, de 4700 tanques a 300, de 390 helicópteros a 230, de 130 navíos a 60, y de 18 submarinos a 6. Esto, entre otras cosas, ha llevado al exministro de Defensa socialdemócrata Sigmar Gabriel a afirmar que Putin “considera que somos todos unos enclenques”. Ante el fin de la ilusión de una Europa sin violencia militar, el gobierno de Olaf Scholz ha decidido gastar 113.000 millones de dólares adicionales en defensa, para llevar el gasto militar por encima del 2% del PBI, reescribiendo drásticamente su política de seguridad.
El tercer cambio se realizará en su política energética: Alemania depende en gran medida (55%) de las importaciones de gas ruso. En una acción de evidente Realpolitik, se construyó un gasoducto en el Mar Báltico (el Nord Stream 1) que provee el gas directamente de Rusia, sin compartir gasoductos con los países de Europa del Este. Esto evita que, si el Kremlin presiona a esos países cortando el suministro de gas, se afecte a Alemania. Un segundo gasoducto (Nord Stream 2), aguardaba su certificación, ahora suspendida. Una crítica norteamericana ha sido que con la compra de gas Alemania financia a Rusia, de quien EE.UU. debe en teoría defenderla. Esta discusión se ha instalado finalmente en Berlín, ya que el hecho de que el excanciller Schroeder fuera el presidente de la empresa Gazprom en Alemania demoró este debate. Pero no es posible por ahora cortar el suministro del Nord Stream 1, máxime cuando el gobierno de Angela Merkel decidió eliminar gradualmente el uso de energía atómica, medida que está siendo reconsiderada.
Por la invasión de Ucrania, la opinión pública alemana apoya estos cambios. El 79% de los ciudadanos están hoy a favor de una transformación sustancial de su política exterior y de seguridad.