Reseña: Pájaros de oscuras vocales, de Dylan Thomas
La semilla poética de una transformación
Si resulta cierto aquello de que a la poesía no se la define ni se la explica aunque, sin dudas, se la reconoce, el caso del Dylan Thomas (Gales, 1914 – Nueva York, 1953) es ejemplar al respecto. Ante la lujuria verbal de un poeta obsesionado con el cincelado de la palabra aunque de verso desconcertante, tanto neófitos, diletantes y avezados naufragan incrédulos en una lírica que se goza, fundamentalmente, a sí misma.
Una introducción de este tipo, algo despiadada y poco gentil, debería centrarse, en verdad, en sus tres primeros poemarios: 18 poemas, de 1934, Veinticinco poemas, de 1936, y El mapa del amor, de 1939, en el que incluye también un puñado de relatos. Es vox populi que en su obra posterior Thomas permea en los versos una mínima cuota de inteligibilidad (si es que, en efecto, una poesía debe ser inteligible). Son estos tres libros (purgando del último la narrativa), los que componen Pájaros de oscuras vocales, en traducción de Yanina Audisio, lanzado con la excusa del centenario del nacimiento del autor.
La lujuria verbal de la poesía temprana de Thomas surca el deseo, el sexo, la muerte y el origen. La potencia de la vida rige desde un escenario amniótico, previo al nacimiento, y confiere una suerte de discernimiento respecto de las cuitas de una existencia por venir. Se lee en “Antes que llamara”: “Antes que llamara y la carne me dejase entrar / con manos líquidas golpeé en el útero, / yo, que era informe como el agua (…) Mi garganta conoció la sed antes que el armazón / de piel y venas en torno al pozo / donde las palabras y el agua se mixturan / inagotables hasta enturbiar la sangre”.
Por su parte, en “Desde la primera fiebre de amor a su ruina”, se entrevé un nuevo quiebre, entre un tiempo previo, de cierta unidad, y la penuria del mundo compartido en el que el lenguaje, antes ensangrentado, se avecina ahora como insuficiente capa mortuoria: “Y desde el primer declive de la carne / aprendí la lengua del hombre que da forma a las ideas / en el idioma pedregoso del cerebro, / para sombrear y tejer de nuevo el lienzo de las palabras / dejadas por los muertos que, en su parcela sin luna, / no necesitan su calor. / La raíz de las lenguas termina en un cáncer extenuante, / que es solo un nombre donde las larvas tienen su cruz”:
Afirmaba Maurice Nadeau en su tiempo que uno no emerge indemne de los libros verdaderamente importantes; en tal caso, la poesía de Dylan Thomas –para quien esté dispuesto a la experiencia– es capaz de germinar en el lector la inquieta semilla de una transformación. En qué termina por transformarse uno –o qué de uno ha transformado esta lírica desatada– es otra experiencia que deberá soportar quien se atreva a contemplarse a sí mismo una vez gobernado por la ebria ambigüedad de una poesía inexpugnable.
Pájaros de oscuras vocales
Por Dylan Thomas
Serapis. Trad.: Y. Audisio
146 páginas, $ 14.300