Unos 50 países ofrecen visas para trabajadores remotos; el mapa de los requisitos es muy heterogéneo
No tienen un domicilio fijo. Su casa es el mundo, les gusta decir. Son los nómades digitales, un concepto que si bien existe desde 1997, cuando salió el libro Digital Nomad, de Tsugio Makimoto y David Manners, creció fuerte con la pandemia del Covid 19, cuando el trabajo remoto se extendió. Entonces se abrió la puerta a quienes quieren disfrutar de la libertad de vivir y ejercer sus tareas desde donde quieren. Según la plataforma Think Remote, son unos 35 millones en todo el mundo.
Dinamarca, Países Bajos, Alemania, España, Suecia, Portugal, Estonia, Lituania, Irlanda y Eslovaquia encabezan el ranking de los mejores países -entre 108- para ser un nómade digital que elaboró NordLayer. Los eligió por sus condiciones en factores claves para el trabajo remoto: ciberseguridad, infraestructura física y digital, seguridad económica y seguridad social.
Costo de vida y excelente conexión a internet son lo primero que miran los aspirantes a nómades. El cordobés licenciado en Administración de Empresas Francisco Ortiz lleva cuatro años de sus 35 como nómade digital. Comparte esa condición con su esposa italiana, Stefania Guglielmi, de 34 años, quien tiene y vive de un blog de viajes. Repasa que estudiando en la Universidad Nacional de Córdoba hizo algunas experiencias de work and travel y, ya recibido, trabajó dos años en Buenos Aires, en una empresa. “Esa experiencia corporativa me ratificó que no me gustaba el estilo, quería viajar y que fuera sustentable, generar ingresos”.
Así decidió hacer “lo mismo que sabía (NR: consultor de marketing), pero por internet” y buscar clientes para los que trabajar desde afuera. Ya entonces tenía un blog de viajes y un canal de Youtube por hobby. Empezó con algunos clientes en Estados Unidos, después arrancó part time para una empresa y, en el 2020, con la pandemia del Covid, se consolidó en ese estilo de vida y de trabajo.
“Varía el tiempo que estamos en cada lugar -dice-. Lo más parecido a una base que tenemos es Tiflis, la capital de Georgia. Ahí compramos un departamento, somos residentes legales y fiscales”. Precisa que eligieron ese país porque, en la pandemia, los recibió con facilidad, con menos burocracia. La pareja también tiene la visa de Dubái.
Si bien hay medio centenar de países que ofrecen visado de nómades digitales, hay otros que no tienen un visado específico, pero sí cuentan con programas que permiten a los extranjeros vivir en el país mientras trabajan de manera remota. Quienes adoptan esa modalidad admiten que suele pasar bastante tiempo antes de que intenten hacerse de documentación. Si no cuentan con nacionalidad para estar más del tiempo que cada país permite, se quedan como turistas el tiempo que pueden y se van moviendo.
Por ejemplo, en Estados Unidos los nómades digitales pueden solicitar visados como el de negocios B-1 o el de visitante de intercambio J-1 para trabajar. Si reciben pagos de una empresa o de clientes de su país de origen, se considera que trabajan a distancia. No pueden cobrar de compañías de Estados Unidos.
Tailandia lanzó un visado de residencia de larga duración renovable por 10 años para atraer profesionales, pero los requisitos son difíciles de cumplir. Para empezar requieren ingresos de al menos US$80.000 al año, tener título universitario y contar con cinco años de experiencia laboral. A cambio, durante cuatro años estos residentes pagan 17% de impuestos, 13 puntos porcentuales menos que el promedio.
No siempre es simple
En la Unión Europea la visa para nómades digitales está diseñada para profesionales extracomunitarios. La ofrecen Alemania, Chipre, Croacia, España, Estonia, Grecia, Hungría, Italia, Letonia, Malta, Portugal y Rumania. En el Espacio Económico Europeo las tienen Islandia y Noruega y, fuera, Albania y Georgia.
Un repaso por las diferentes exigencias y beneficios muestra que Chipre la da por un año (con posibilidad de uno más), cuesta 70 euros sacarla y se deben probar ingresos mínimos de 3.500 euros mensuales; en Croacia se la obtiene pagando 56 euros por un año (ampliable a cinco), hay que demostrar 2.539 euros de ingresos al mes; en Estonia (el país más digitalizado de la Unión Europea) sale 80 euros la de corta estancia y 100 la de larga; hay que demostrar ingresos mínimos mensuales por 4.500 euros.
Grecia otorga la visa por dos años con posibilidad de renovar. Cuesta 75 euros más 150 de tasas y se deben registrar 3.500 euros mensuales de ingresos; Italia la ofrece por un año y reclama 8000 euros al año de ingresos. Hungría tiene bajos costos, pero algunos problemas de infraestructura, se paga 123 euros con tasas incluidas y se debe probar contar con 2000 euros mensuales. No se pagan impuestos si se está menos de 183 días.
Desde España, Viviana Echeverria, abogada del estudio Echeverria, explica a LA NACION que en ese país -uno de los más buscados por los argentinos para instalarse- puede solicitarla quien está en “una situación legal, ya sea porque tiene algún tipo de autorización para permanecer o porque está en el período de 90 días como turista”. Si se consigue ese visado para España no vale para el resto de la Unión Europea.
Detalla que los requisitos para obtenerla son ser autónomo o freelance. Subraya que es “importante probar” que la tarea puede realizarse por medios telemáticos. Tienen que ser profesionales con una formación superior o experiencia profesional mínima de tres años. La oficina que resuelve estas solicitudes no demora más de 20 días en dar una respuesta salvo que requieran la aportación de más documentación, apunta, y agrega que el costo es de 73,26 euros.
Advierte que hay “muchas críticas” porque en un principio “parecía que iba a poder acceder mucha gente, pero luego se dieron cuenta que la normativa que le rodea (leyes de seguridad social, acuerdos entre países, etc) limita mucho el acceso”. Grafica que si el que la tramita trabaja para un país que no tiene convenio de seguridad social con España, la compañía debería abrir una cuenta de cotización a través de un representante.
Si, en cambio, tiene convenio, se debe conseguir el certificado de cobertura de seguridad social. “Estamos viendo que solo Rusia y Reino Unido lo emiten, el resto considera que esos convenios son solo para el traslado intraempresarial de trabajadores”. Y si el que pide la visa es un profesional autónomo o empresario, el problema surge a la hora de pagar impuestos ya que “la normativa fija que solo pueden facturar en España 20% de su global, por lo que deben mantener la estructura en sus países de origen”.
Disciplina y formación
El venezolano Diego Landaeta, de 32 años, y su pareja Silvia Flaim, de 26, comparten sus experiencias en redes sociales bajo el nombre de Noma2digitales. Él es Ingeniero mecánico pero en la pandemia decidió estudiar programación para poder trabajar de manera remota: “Las condiciones están dadas, hay muchas ofertas en línea. Hay que aprender cosas nuevas, no creer que se puede hacer lo mismo siempre. La otra barrera es la parte legal, hay que analizar y optar por lo más conveniente”.
Flaim es graduada en idiomas y especialista en comercio internacional, pero decidió estudiar marketing digital para poder convertirse en nómade digital. “Da mucha más libertad, nunca regresaría a una oficina -dice-. Muchos creen que se trata solo de trabajar en la casa, pero cambiamos cada mes y eso es muy motivador, se conoce algo diferente todo el tiempo. No hay que procastinar porque así no es sustentable”, define.
“La prioridad es el trabajo, porque es el combustible para tener ingresos y vivir -acota Landetta-. Nosotros somos nómadas en Europa, en invierno estamos en Italia, Francia y España, pero en verano vamos a otros lugares por las condiciones climáticas. No se trata de hacer turismo”.
Ortiz coincide en líneas generales con la descripción. Sobre el aspecto legal, indica que en la práctica no se requiere de una visa, se puede ir de turista y trabajar y, al cumplir el plazo permitido de estancia para el pasaporte que se tiene, se sale y se vuelve a entrar. “Para sacar las visas conviene analizar los beneficios que implican, para estancias de corto plazo no se necesitan, para el mediano y largo hay que ver si hay un régimen impositivo especial y si se cumplen las condiciones exigidas”.
Enfatiza que el primer paso es “volverse digital, generar ingresos por internet, y después probar”, y señala que la progresión natural que suelen tener estos trabajadores es estar “en gris” algunos años hasta que “se dan cuenta que se tienen que ordenar, porque les empiezan a cerrar cuentas de banco, no los dejan invertir”.
Recibir los pagos de los clientes suele ser el primer problema a resolver si no se tiene cuenta de banco fuera de la Argentina. Desde la fintech GrabrFi, que opera en 15 países y tiene unas 43.000 cuentas activas, explican que los nómades digitales son sus principales clientes. Permite abrir una cuenta en dólares estadounidenses en Estados Unidos de manera virtual y gratuita, y sin costo mensual de mantenimiento.
Julieta Chiarello, encargada de marketing de la empresa, detalla que 13% de las cuentas pertenecen a nómadas digitales, 31% a trabajadores remotos y 36% a freelancers. Sostiene que ofrecen una cuenta corriente personal en Estados Unidos, lo que es “diferente” a una billetera virtual. La apertura es gratis al igual que las transferencias ACH (son entre cuentas de Estados Unidos), los otros giros, como los Swifts, sí tienen costos. “Nacimos conscientes de la creciente demanda de servicios financieros accesibles y de los desafíos que las personas enfrentan para acceder -indica-. Muchos tropezaron con obstáculos como tasas e impuestos exorbitantes por transacciones, conversiones de divisas desfavorables, restricciones gubernamentales y demoras en la recepción de pagos internacionales”.
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