El cerebro enredado: por qué somos una colección de errores y soluciones poco elegantes
Hay miles de “cables” ineficientes en la mente humana y a muchos de los reconoce como los “sesgos” de la economía del comportamiento; cuáles son algunos de los menos conocidos
El término es más conocido en el ámbito de los ingenieros de computación: “Kluge” o “Kludge” (hay una discusión sobre cuál es la etimología correcta) alude en inglés a una “solución torpe, poco elegante, ineficiente, difícil de replicar y que insume mucha energía mantener”. Imagínense un cablerío enorme, desordenado, que nadie entiende pero que de alguna manera “funciona”.
Años atrás, el psicólogo, divulgador y experto en IA Gary Marcus tomó este término de la ingeniería para aplicarlo al cerebro. Su libro Kluge (aquí lo editó Ariel en castellano en 2009, con la bajada de La azarosa construcción de la mente humana), hace referencia justamente a la historia de la evolución de nuestro cerebro, que es más una sucesión de “parches” o de soluciones poco elegantes que una maquinaria hipereficiente y diseñada de entrada con criterios de optimización. “¿Por qué recordamos el nombre de alguien en una foto del anuario de estudiantes de hace 40 años y no lo que comimos ayer?” o “¿Por qué estamos más tentados de comprar más ítems de algo si nos dicen ‘máximo 12 unidades por persona’ que si el cartel indica ‘máximo cuatro unidades por persona?”, se pregunta el autor en el inicio del libro.
Hay miles de “cables” ineficientes y poco elegantes en el cerebro humano, muchos son los conocidos “sesgos” de la economía del comportamiento, por lo general muy estudiados y con evidencia voluminosa, y otros son “efectos” que surgen de menos observaciones, pero que la mayoría puede reconocer cómo válidos cuando se los identifica.
Lo que sigue es una lista completamente arbitraria (“a la Kluge”) de algunos de los menos conocidos, extraída de la lista de sesgos de economía comportamental de Wikipedia (que crece todas las semanas), y de otras divulgadas por autores como Marcus, Morgan Hausel o Richard Wiseman. Pasen y lean.
Punto ciego. Empecemos con el “sesgo de sesgos” o de “punto ciego”. Las personas que estudian ciencias cognitivas o economía del comportamiento creen que son menos sesgadas y más racionales que el resto de la población. Esto no necesariamente es así, porque los errores en las decisiones suelen operar de manera inconsciente. En casa de cognitivista, cerebro sesgado.
Lengua materna o extranjera. Cuando hablamos (y pensamos) en otro idioma que no es el materno, tendemos a caer en menos errores de racionalidad. Esto ocurre porque la lengua extranjera impone una mayor distancia cognitiva y emocional con el tema que se trata que la lengua materna, que es más proclive a tomar atajos (y por lo tanto equivocarse).
Efecto de Von Restoff. Es la tendencia de algunas personas a colocarse en un modo de “queja continua”, para ser recordado más que el resto. En general, el efecto Von Restoff dice que lo que destaca o rompe la norma es más recordado que otros elementos.
Compensación de habilidades. La gente que es excepcionalmente buena en alguna tarea tiende a ser excepcionalmente mala en otras.
Tres para creer. Un proverbio chino asegura que si una persona dice que hay un león merodeando en el barrio, automáticamente se asume que está mintiendo. Si lo dicen dos, entra la duda; y si son tres se asume que es cierto y se dispara el pánico. Tendemos a creer en algo si un número suficiente de personas lo asegura. De manera similar, el padre de la economía del comportamiento Daniel Kahneman suele referirse al “Efecto Woozle”: “Una forma eficiente de asegurarse que la gente crea en falsedades es la repetición, porque la familiaridad no es fácilmente distinguible de la verdad”.
Puro humo. Según el “principio de Pareto”, la mayoría de los resultados son producidos por una minoría de eventos. La otra cara de la misma moneda es la Ley de Sturgeon: el 90% de todo es humo, o bullshit.
El efecto Ringelmann. Los miembros de un grupo se vuelven más “vagos” a medida que aumenta el número de integrantes, bajo el preconcepto de que “otro seguramente se va a ocupar de ese tema”. Algo similar sucede con el “efecto transeúnte”, que analiza extensamente el psicólogo inglés Richard Wiseman en su libro 59 segundos: es menos probable que se le preste ayuda a alguien que sufre un ataque cardíaco o epiléptico en hora pico en Times Square que en una calle con poca gente (porque la responsabilidad se diluye en el grupo).
La falacia de McNamara. La creencia de que mejores decisiones pueden tomarse con abundancia de datos cuantitativos, cuando en realidad son cuestiones que no se pueden medir las que terminan moviendo la aguja (y como no se pueden medir quedan fuera del radar o son subestimadas). El nombre es en honor al secretario de Defensa de los Estados Unidos durante la Guerra de Vietnam, que estaba obsesionado con medir absolutamente todo.
El sesgo de cortesía. Muchas personas tienen la tendencia a dar la opinión que creen que ofenderá menos a los demás, en lugar de lo que realmente piensan.
La asimetría del actor y el observador. Juzgamos a los demás por sus acciones y decisiones, pero a la hora de hacerlo con nosotros mismos se activa un diálogo interno que justifica nuestros errores y malas determinaciones.
La regla del 90-9-1 (para Internet). En redes sociales un 90% de la gente se dedica a leer y consumir contenidos, un 9% postea algo y un 1% genera la mayor parte de lo que capta la atención. Hay una falsa idea de “democracia” o de “igualdad” en el juego de la economía de la atención.
La navaja de Hanlon. “Nunca le atribuyas malicia a un comportamiento que puede ser bien explicado por la estupidez”.
El efecto Cobra. Lo contó en este suplemento de Economía meses atrás el columnista Claudio Zuchovicki. Sucede cuando los incentivos diseñados terminan generando el efecto contrario al que se buscaba. En una ciudad de la India se estableció una recompensa por matar cobras (el lugar estaba infestado de serpientes), lo que desembocó en que muchos “emprendedores” se pusieran a criar cobras para llevarse los premios, y el problema empeoró.
El poder de lo bizarro. Tendemos a recordar mucho más las cosas bizarras o extremadamente raras. En el mundo del cubo Rubik, los speedcubers especializados en el armado a ciegas memorizan miles de movimientos muchas veces con un sistema basado en este efecto.
Sentido común histórico. “(En el planeta) los muertos superan a los seres vivos en una proporción de 14 a 1, y tendemos a ignorar ese cúmulo de experiencia de una enorme mayoría para nuestra desgracia”, sostuvo el historiador y escritor británico Niall Ferguson. Similar al “esnobismo cronológico”: el preconcepto de que cualquier idea del pasado deja de tenerse en cuenta porque fue desacreditada, cuando lo más común es que haya pasado de moda (pero no por eso sea falsa). El productor Brian Eno, experto en creatividad, tiene una frase muy linda: “No le temas a los lugares comunes”.
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