El exrugbier de 41 años ya impulsa este deporte en representación de la R&A y se une a otros reconocidos deportistas, actores y cantantes
Dibujó magia en el aire con una pelota de rugby y ahora se emociona con el vuelo de una mucho más chica, redonda y maciza: la de golf. Juan Martín Hernández, el exPuma que hace unas semanas fue incluido en el Salón de la Fama Mundial del deporte ovalado, ahora se viste de golfista entusiasta. Pero no solo eso: su condición de figura pública y conducta intachable lo llevó a convertirse hace unos días en el nuevo Embajador de Desarrollo de The R&A, una de las entidades rectoras del golf mundial, con la idea de impulsar la actividad en América Latina.
“Es un honor y más que nada un privilegio ser el primer embajador de R&A en la región. Todavía no sé si afortunada o desafortunadamente, pero me volví un fanático, apasionado y un obsesivo por este deporte”, contó Hernández, de 41 años, que busca acompañar el éxito del programa piloto “Golf is Good” de The R&A, lanzado en Gales en 2022 y que contó con la figura del exfutbolista de renombre mundial Gareth Bale, que inspiró a más personas a practicar este deporte con mayor regularidad.
En las próximas semanas, el exjugador que acumuló 74 partidos internacionales con Los Pumas empezará a perfilar misiones específicas para la entidad, pero desde hoy ya se pondrá con la tarea de difusión. “Es tratar de llegar a muchos otros lugares donde el golf todavía no está. Es captar por ejemplo a esos rugbiers, que puedan ver en mis redes sociales o en mi vida privada qué es lo que vivo con este deporte y por qué me gusta. La idea es transmitir a otro nicho, que es el rugby, la salud mental y el esparcimiento que genera esta práctica”.
Juani se unió a otros reconocidos embajadores de The R&A, como Gareth Bale, la actriz norteamericana Kathryn Newton, la golfista Michelle Wie West, el cantante irlandés Niall Horan y el exrugbier sudafricano Bryan Habana, quienes están ayudando a hacer llegar el golf a audiencias más amplias y diversas y a mejorar su atractivo al influir positivamente en su imagen y percepción en todo el mundo. Phil Anderton, Director de Desarrollo de The R&A, señaló: “Juan Martín Hernández es una leyenda del rugby en Argentina y tiene muchos seguidores en América Latina. Le encanta jugar al golf y está entusiasmado con nuestro objetivo de fomentar la participación y aprovechar el impulso que hemos visto en los últimos años”. En tanto el argentino Mark Lawrie, director de la R&A para Latinoamérica y el Caribe, mencionó: “Estos reconocimientos a nivel internacional no se otorgan de manera gratuita, sino que se merecen. La primera cualidad que buscamos es contar con buenas personas y el deporte está muy conectado con esta característica. El impacto que puede generar Juani arranca por ser una buena persona, un gran deportista y, ahora un adicto al golf. Si juntamos esas tres partes, su impacto puede ser muy significativo e inspirador”.
Después de las presentaciones formales, Juani Hernández charló con LA NACION en Pilar Golf Club acerca de un deporte que lo enamoró a primera vista. O mejor dicho, ante el primer intento de swing. Si hasta hace poco se vio atraído por el yoga, ahora sumó el placer de recorrer fairways y greens como complemento ideal para su vida. Desconoce hasta dónde lo llevará el golf, mientras tanto disfruta y de paso buscar ir bajando su hándicap, que hoy está en 16.
-¿Cómo fue tu abordaje al golf?
-Me retiré del rugby en mayo de 2018 y dos meses después ya estaba tomando clases de golf con Gonzalo Piovano en San Isidro Golf Club. No salía a caminar la cancha porque no sabía cómo pegarle, pero ahí arranqué. Al mismo tiempo tengo un amigo, Emilio Dorignac, que me llevó a jugar a Tortugas y donde empecé de manera lúdica. En el San Isidro comencé a practicar de forma un poco más seria, y desde el momento en que pude hacer volar la primera pelota con un palo, me dije: “éste deporte es justo para mí”. Entonces me animé a ir a la cancha y nunca más dejé.
-¿Tu retiro del rugby había sido traumático?
-No, para nada. Tampoco tuve que atravesar un duelo al pasar de un deporte a otro. La verdad es que fue muy natural y no extraño jugar al rugby. Sí extraño los terceros tiempos, las idas y vueltas del entrenamiento en el colectivo o las sobremesas o los juegos de cartas. También, la previa de un vestuario o ese sentimiento después de haber ganado o perdido un partido y compartir esas emociones con los jugadores. Pero puntualmente del rugby no añoro nada, así que mi retiro fue totalmente tranquilo y pacífico en ese sentido… pero sí tenía mucho tiempo libre.
-¿Cómo lo manejaste?
-Mientras me dedicaba al rugby profesional no tenía jornadas libres, entre los días de partidos, de recuperación física, entrenamiento o preparación. Pero después pasé a contar con un montón de horas disponibles, entonces crucé la calle en San Isidro y le pregunté a Felipe Contepomi, que jugaba al golf, si conocía algún entrenador o profe. Me respondió: ‘llamalo a Gonza’, así que me comuniqué con Piovano y fui enseguida a jugar. Ahora, al vivir tan cerca de San Isidro Golf Club, en cualquier momento que tengo libre voy para allá. Mi agenda depende más o menos de cuándo pueda ‘colocar’ una o dos horitas de golf. Sinceramente pocas veces juego 18 hoyos, quizás solamente juego cuatro, o tiro pelotas en el driving, o hago el hoyo 1 para volver por el 9… Tengo esa flexibilidad de ir allí en los primeros días de la semana: dejo a los chicos en el colegio, voy un ratito a jugar, después me baño y sigo mi día normal.
-¿Pero mientras jugaste en clubes de Francia y Sudáfrica no llegaste a acercarte al golf?
–No, y es algo que lamento un poco. Mis ratos libres, por así decirlo, los usaba para entrenar patada a los palos o al touch o hacer un trabajo físico, si es que debía recuperarme de una lesión. En Sudáfrica, por más que haya estado solo seis meses, veía cómo los jugadores se iban a la cancha de golf, incluso durante la semana, donde no había un día libre. Me invitaban, pero en ese momento tenía esa obsesión de mejorar día a día en el rugby y me quedaba. Y digo lamentablemente porque de haber arrancado en aquella época de jugador profesional, hoy habría simplificado mi llegada al golf y ganado en experiencia.
El día mágico de Juani contra Irlanda
-Fuiste un jugador muy técnico en el rugby. ¿Buscás trasladarlo al golf?
-No es nada fácil la técnica del golf, pero tengo una cultura deportiva bastante grande que viene de familia, por el lado de mi hermana Maripi con el hockey, mi tío Patricio, exfutbolista y jugador de la selección también… Fue una familia que se educó a través del deporte; es lo que recibimos en nuestras casas, tanto hermanos como primos. En cada una de las disciplinas podés encontrar cómo es la preparación mental, cómo son los entrenamientos, el respeto hacia la rutina… Todas esas cosas, lo primero que te reportan es darte cuenta qué es lo que hiciste mal. Hice dos años de atletismo, que me dio cierta coordinación, como también el manejo y el timing para las rotaciones. Me iba bastante bien en disco, que demandaba un montón de rotación al igual que el golf. O sea que si puedo sacar algún detalle de cada uno de los deportes e ir aportándolos a la construcción de un swing, todo me sirve. Lo que pasa es que después hay que reflejarlo en el hándicap…
-¿Y el nivel de frustración en el golf cómo lo llevás?
-Nooo, muy bien, la verdad que muy bien. No me quedo tan enganchado; sí capaz que lamento algún error en particular, donde terminás haciendo tres putts y desperdiciás una chance en un hoyo. Pero después sigo y disfruto de estar al aire libre en un día espectacular. Ahora que salí a la vida real –porque ser deportista profesional es vivir en una burbuja- siento que estar dentro de una cancha es un regalo para mí, es mi templo, donde pasó el tiempo que pueda pasar. Es un alivio y puedo relajar realmente la cabeza porque te lo demanda el mismo juego, golpe tras golpe. Tenés que concentrarte y por suerte no te da tiempo a distraerte con otras cosas que puedan invadir tu cabeza. Así que para mí, estar en una cancha de golf es como ir a un santuario.
-¿Cuál sería tu radiografía como golfista amateur?
-Tengo todo para mejorar, pero mi fuerte y lo que más me gusta practicar y ejecutar es el juego corto, como el de 100 yardas en adelante, que me gusta. Me siento cómodo ahí. Y lo malo mío es la inconsistencia, sobre todo con el drive, que te determina mucho en la confianza. Si le pegás más o menos al medio del fairway, vas a atacar el green con un approach con mucha más fe. Si la tiraste a los árboles en la salida... todo se empieza a complicar. Así que en el juego largo, todavía estoy sufriendo.
-¿Confías en que no vas a transformarte en competitivo con vos mismo, después de toda una vida en la lucha en serio por los puntos?
-La verdad es que no lo sé. Todo el mundo siempre me dice: ‘Bueno, empezá a jugar torneos, empezá a meterte…”. Mi etapa de afrontar presiones, ser competitivo y de no regalar nada ya la viví de manera muy fuerte e intensa con el rugby profesional. Todavía no me despertó ese fuego de competir y salir a ganar en una cancha de golf. No me estoy anotando en torneos salvo que sean fourballs, así en equipo. Recibo invitaciones, la paso bien y compito, pero ese individualismo y ese ego de decir “Voy a salir a ganar” todavía no lo tengo en este deporte.
-O sea que aún no tenés el perfil de Gareth Bale-golfista, otro de los embajadores de la R&A, que se presenta muy ambicioso en el golf.
-No lo conozco personalmente, pero en el momento que tenga mucha confianza en mi juego, voy a querer salir a medirme. Y ahí va a ser un camino sin regreso…
-¿Por qué crees que tantos deportistas -entre recién retirados e incluso en actividad- suelen tener al golf como primera opción?
-Hay varias razones, pero a priori no es un deporte que te exija muchísimo físicamente, aunque sí lo considero tan o más desafiante mentalmente que cualquier otro. No soy competitivo, no quiero ganarle al que esté al lado ni que le vaya a mal; sí quiero mejorar yo. Y creo que en el profesionalismo y en el alto rendimiento ocurre algo similar: buscás mejorar y mantenerte en cierta forma competitivo y progresando día tras día. El golf te atrae por el reto que implica, sobre todo de la cabeza.
-¿Ves algún paralelismo entre el rugby y el golf, más allá de que a primera vista no se parezcan en nada?
-A mí me tocó patear: a veces a los palos, penales, conversiones, patear al touch o hacer salidas de inicio del primer tiempo o segundo tiempo. Y en un deporte de conjunto como el rugby, ése es el único momento donde hay una técnica individual en la que se frena todo el resto del juego para que suceda eso primero. Entonces ahí sí hay mucha similitud con la rutina y con la preparación mental del golf. Es la manera en la que uno construye la patada a los palos: cuáles son las cosas para tener en cuenta, cómo uno las repasa mentalmente, la precisión que se necesita para que la pelota vaya y vuele tantos metros de altura y distancia hacia un objetivo… Pero en ese momento tu cabeza no puede pensar en todo, sino que se eligen dos cosas de la rutina que desencadenen un buen golpe.
-Transcurridas ya varias semanas, ¿cuál es la sensación final del cuarto puesto de los Pumas en el Mundial?
-El primer pensamiento es de orgullo, al ver al equipo argentino entre los cuatro mejores del mundo. Y el “cómo” también da mucha satisfacción. También está esa parte inspiradora de los Pumas que me cautivó desde chico, relacionada con la forma en que superan muchas adversidades y siempre salen adelante. Al equipo se lo exigía y ellos mismos habían puesto la vara alta, después de haberles ganado estos últimos años a Nueva Zelanda, a Sudáfrica, a Australia, a todos. El debut ante Inglaterra en el Mundial fue un golpe duro, pero no porque se haya perdido, sino por la forma, porque el equipo se puso mucha presión desde inicio. Y partido por partido pasó a jugar con esa presión de tener que clasificarse o quedarse fuera, con lo que el equipo convivió con eso que no había experimentado en los test matches anteriores. Sin embargo se sobrepuso a esa situación, por eso hablo del orgullo.
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