Recorrido por la mítica Casa dos Bicos de Lisboa, la sede de la fundación que creó el único Nobel portugués; una exposición permanente permite tomar contacto con la vida del escritor a través de sus libros, manuscritos, textos originales, videos, fotografías y diversos documentos
LISBOA.- “El lugar donde acaba el mar y la tierra comienza”: así definió el premio Nobel, José Saramago a Lisboa, una de las ciudades más bellas del mundo y, también, una de las más literarias. Al caminar por sus calles empinadas, inundadas por esa luz única, de tranvías que suben y bajan, de casas amarillas, celestes, rosas, verdes, blancas, fachadas en tono pasteles que dibujan un arcoíris de cara al río Tajo, aparece ese déja vu, de sentir que tantas veces la caminé, la vi, la amé y la lloré desde las palabras de Saramago, quien la convirtió en un personaje más de su obra.
Sobre un camino de piedra está el olivo donde el autor de Ensayo sobre la ceguera quería descansar. Sus cenizas están depositadas bajo este árbol pequeño traído de su tierra natal, Azinhaga do Ribatejo, frente a la Casa dos Bicos. Fue Pilar del Río, su viuda la que esparció sus cenizas a las once y media de la mañana, la misma hora que falleció el autor el 18 de junio de 2010, a los 87 años, en la isla de Lanzarote.
“No subió a las estrellas porque a la tierra pertenecía”, la última frase de Memorial del convento es el epitafio que Del Río eligió para acompañar al árbol vital del escritor que respira la brisa del Tajo y cuyas raíces se abrazan a la tierra lisboeta y la traída del Lanzarote. Allí descansa, en el Campo das Cebollas, junto a la Casa dos Bicos, sede de la Fundación Saramago, donde también trabaja Del Río, la periodista, traductora al español de sus libros y que, desde su oficina puede ver el Olivo y estar cerca de su compañero.
La fachada de Casa dos Bicos (Casa de las Púas, debe su nombre a que está cubierta con más de 1000 piedras en forma de diamante) despierta la curiosidad a todos los que pasen por su frente. No solo porque aparece el nombre de Saramago sino por la configuración arquitectónica diseñada entre 1521 y 1523 por el arquitecto Francisco de Arruda, quien también trabajó en el proyecto de la Torre de Belém. El edificio recuerda a obras de la misma época próximas al Renacimiento italiano y está inspirado en el palacio del diamante de la ciudad italiana de Ferrara.
A pocos metros de la Praça do Comercio, el edificio que, desde 2012, la Fundación que lleva el nombre del escritor y Premio Nobel portugués instaló allí su sede oficial, fue testigo de la historia de la ciudad: en el terremoto de 1755 perdió las plantas superiores, que fueron reconstruidas gracias a las imágenes preservadas en viejos murales de azulejos y grabados. Buena parte del siglo XX fue un almacén de bacalao. Su reedificación concluyó en los años ochenta. Desde 1986 hasta 2002, albergó la Comissão dos Descobrimentos, entidad que coordinó las actividades que señalaron los 500 años de los viajes de los navegantes portugueses.
Fue en 2007 que José Saramago decidió crear una Fundación con su nombre en Lisboa. Sus principales objetivos: la defensa y difusión de la literatura contemporánea, la defensa y la exigencia de cumplir con la Carta de Derechos Humanos, además de la atención. que le debemos, como ciudadanos responsables, al cuidado del medio ambiente. En julio de 2008 se firmó un protocolo de concesión de Casa dos Bicos, en Lisboa, para la sede de la Fundación.
Al ingresar y antes de dejarse llevar por el universo de Saramago, en la planta baja se puede ver una parte de la Cerca Moura, o muralla fernandina de la ciudad, que quedó a la vista tras las obras de restauración que se realizó del edificio. La escalera principal -cada escalón lleva impreso una frase, una reflexión- conduce a la exposición permanente titulada A Semente dos Frutos (La semilla y los frutos) que ocupa uno de los pisos, en la que se toma contacto con la vida del escritor a través de sus libros, manuscritos, textos originales, videos, fotografías y diversos documentos. En el recorrido llama la atención las libretas, los cuadernos, las agenda donde lo anotaba todo y no es una exageración decir que lo apuntaba todo; con suma prolijidad y una letra muy cuidada, Saramago contaba lo que había comido con su madre, la película que había visto, lo que había gastado en un café.
Una gran foto de Saramago da la bienvenida y sirve de marco a la exposición donde sus libros cuelgan como obras de arte. Títulos traducidos a diferentes idiomas. “Hay una idea de que es un escritor tardío”, dice Ricardo Viel, uno de los expertos que ofrece el recorrido. El periodista brasileño, autor de Un país levantado de alegría (Alfaguara, con traducción de Pilar del Río) donde narra los días que precedieron a la concesión del Nobel a Saramago y del eco que produjo en todo el mundo resalta que, a los 26 años el autor portugués escribió La Viuda, su primera novela, que vio la luz en Portugal con el título Terra do pecado por decisión del editor. En 2021, se publicó por primera vez en castellano respetando su título original.
“Luego escribió Claraboya, que se publicó después de su muerte –comenta Viel-. Saramago contó que entregó el original y que nunca recibió una respuesta sobre el libro. Muchos años después, cuando ya estaba escribiendo ensayos y El Evangelio según Jesucristo, la editorial se contactó para decirle que habían encontrado el original de aquella novela. Saramago prefirió que no se publicase, le parecía que no era el momento para hacerlo. Después de Claraboya pasó mucho tiempo sin publicar, esto no quiere decir que no escribía. Cuando le preguntaba por qué dejo pasar tanto tiempo solía decir que se estaba preparando y que sencillamente no tenía nada que decir”.
En la sala, varias pantallas repasan entrevistas que ofreció en diferentes etapas de su vida, en las que también cuenta su vida pasada, antes de la literatura. Su paso por un taller mecánico a los 16 años, el trabajo burocrático en un hospital. “Tiempo después conocerá una persona que tiene un editorial y comenzará a involucrarse en ese mundo –agrega Viel- y a los 40 y tantos publica poesía y empieza a escribir en periódicos como cronista. Hasta llegar al Saramago que todos conocemos, Levantado del suelo (Alfaguara), novela que narra la historia de una saga de campesinos sin tierra del Alentejo portugués desde 1910 hasta el día levantado y principal de la Revolución de los Claveles [el 25 de abril se cumplirán 50 años del fin de la dictadura portuguesa]. La publicó en 1980, él tenía 58 años. Ahí sí que es el Saramago tardío que todos conocemos. Y después de eso, cada dos años, daba a conocer una obra. Como si hubiese abierto un grifo”.
Otro sector de la muestra permanente está orientada a la Declaración de los Deberes del Hombre; en este punto se detiene Sergio Machado Letria, uno de los directores de la fundación. “Es nuestra declaración de principios. Defensa de la cultura, de los derechos humanos y del medio ambiente. Para nosotros es un documento orientador. En la página web se puede acceder a esta declaración en portugués, español e inglés. Fue documento que se presentó a la ONU, en 2018, al secretario general, António Guterres, de la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas. La muestra no solo aglutina numerosos manuscritos, documentos, primeras ediciones, centenares de traducciones a más de 40 lenguas sino que propone un recorrido tanto por su producción literaria como por sus contextos ideológicos y sociales”.
“Yo poseo unas ideas y no separo el escritor del ciudadano, de mis preocupaciones”, dijo Saramago en una entrevista, en 1994, que integra el texto del catálogo de la exposición. En el marco de la Feria del Libro de Buenos Aires, la Fundación José Saramago, en colaboración con la OEI (Organización de Estados Iberoamericanos), presentará la exposición “Tomemos la palabra y la iniciativa los ciudadanos de a pie”, que reúne la Declaración de los Deberes del Hombre, la Declaración Universal de los Derechos Humanos y fotografías de Gervasio Sánchez, en celebración del 75 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y el 25 aniversario de la concesión del Premio Nobel a José Saramago. La muestra abrirá sus puertas el 3 de mayo en la Biblioteca del Congreso. “El fotoperiodista español Gervasio Sánchez hizo fotografías en todo el mundo en escenarios de guerra. Creamos esta exposición para dar a conocer mejor la Declaración de Deberes, pero también para llamar la atención sobre la Declaración de Derechos Humanos en estos tiempos tan complejos”, agrega Sergio Machado Letria.
“El hombre más sabio que he conocido en toda mi vida no sabía leer ni escribir. A las cuatro de la madrugada, cuando la promesa de un nuevo día aún venía por tierras de Francia, se levantaba del catre y salía al campo, llevando hasta el pasto la media docena de cerdas de cuya fertilidad se alimentaban él y la mujer. Vivían de esta escasez mis abuelos maternos, de la pequeña cría de cerdos que después del desmame eran vendidos a los vecinos de la aldea. Azinhaga era su nombre, en la provincia del Ribatejo”, así comienza el discurso de aceptación del Premio Nobel ante la Academia sueca.
En 1998, se convirtió en el primer escritor -y hasta ahora el único- de lengua portuguesa en ser reconocido con el galardón literario más importante. En la gran sala, aquel momento se revive con la imagen del escritor con el premio en sus manos, el video con sus palabras y la medalla original en urna de cristal.
La fotografía que la portuguesa Helena Gonçalves le tomó a Saramago el 21 de junio de 2007 es la que invita a descubrir el primer despacho de Saramago. Se trata de una reproducción, pero que llama la atención de los visitantes. Un espacio muy austero. Allí está una mesa de madera, su máquina de escribir, la primera grabadora que puedo comprar con su propio dinero, un gran diccionario abierto, sus anteojos colocados sobre unos papeles marcados y la Declaración Universal de los Derechos Humanos. En el fondo, algunos libros y recordatorios de viajes, fotos. “Lamentablemente Saramago nunca se instaló aquí. Sí la visitó cuando estaba en obras. Los arquitectos le habían indicado que este sería su despacho –cuenta Machado Letria-. A él le entusiasmaba la idea de trabajar viendo el río. Se murió antes de que la casa pudiera abrir sus puertas”.
Al comienzo de la nota, decíamos lo ordenado que era Saramago y cómo anotaba todo lo que le ocurría. En la agenda de 1986, está apuntada la cita con Pilar Del Río. Está corregido, había escrito De los Ríos. “Quedan para encontrarse el día 14 de junio, era un sábado, a las 16, en el Hotel Mundial que está muy cerca de la Fundación –señala Ricardo Viel-. El último poema que escribió se llama y que está incluido en el volumen de su poesía completa se llama 14 de junio. En esa época estaba escribiendo la novela La balsa de piedra. En un momento cuenta que un hombre y una mujer se encuentran en el hall de un hotel y que el hombre se siente mareado, como si estuviese en una balsa. Saramago contó que esa fue la descripción de lo que lo generó en él el primer encuentro con Pilar. Un día, le preguntó qué sintió ella. A lo que Pilar respondió: ‘Yo nada, pero no soy literata’”.
En uno de los pisos superiores está la oficina de Pilar. Desde allí se ve el río, el olivo. Una Mafalda Presidenta, de Quino, está en su biblioteca. La biografía ilustrada de Almudena Grandes en su escritorio. En un portarretrato se la ve junto a José Saramago, de fondo la Casa dos Picos, varios libros de él y una pequeña estatua de la figura del escritor con un libro entre sus manos. Enmarcada, un cuadro de historieta firmada por Sansón en la que se ve a la muerte con un libro de Saramago abierto y el lamento: “¡Pero qué he hecho!”.
“Mi abuelo no separaba la vida de la vida, parecía habitar en la superficie de las cosas, pero al final, demostró que su mundo estaba dentro de ellas”, escribe José Saramago en La estatua y la piedra, libro editado por la Fundación y que puede comprarse en la tienda que da cierre al recorrido por su mundo.
Más notas de Feria del Libro
Poesía y revolución. Sophia de Mello Breyner Andresen en un documental narrado por su propia voz
Feria del Libro. Rodrigues Dos Santos y Fernández Díaz sobre Spinoza: Occidente y la literatura como “camino hacia la verdad”
“La Feria es una antología de inteligencias”. Seis escritores argentinos y sus claves y consejos para recorrerla
Más leídas de Cultura
"No se sonroja y pide participar". En su discurso, Vaccaro fue contra la participación de Milei en la Feria del Libro
Fuertes críticas. La Feria del Libro abrió con discursos en contra del gobierno de Milei y reclamos por la cultura
Cien años de Kosice. El genio intergaláctico que imaginó otra vida para la humanidad
¿Quién pagará los gastos? La presentación del libro de Milei, eje de dudas por los costos